jueves, 8 de diciembre de 2011

El retraso de una muerte anunciada


Con mis alas rotas

El tiempo pasa lentamente. Se tomaron decisiones. Las palabras que no debieron ser dichas, salieron cual caballos desbocados.
Las sensibilidades fueron heridas. Los buenos recuerdos no fueron suficientes para aplacar la furia contenida por tantos años.
Hoy, el tiempo se torna morboso, no permite que lo que tenga que pasar, llegue rápido y sin dolor.
El silencio se convierte en garras, que se hunden en las carnes y en el alma, para dejar de alguna forma, una herida profunda y muy difícil de sanar.
Hay una sensación de opresión en el pecho. Generalmente, los románticos detallarían este dolor de esta forma. “El corazón se me oprime, no puedo respirar” y yo digo, claro el cerebro está mandando descargas eléctricas, la adrenalina entra en el juego, la presión baja y es lo que pasa en esos momentos de tristeza, yo lo analizo de esa forma, porque en realidad el corazón es un órgano que solo sirve para bombear sangre a todo el cuerpo, no tiene nada que ver con el romanticismo. ¿Suena cruel verdad? Recordemos que en este momento lo que me envuelve es la tristeza y la desilusión.
Sigue el tiempo con su lentitud inmisericorde e inexorable.
Pero hay que sacar fuerzas de lo más adentro y recuperar la estabilidad emocional.
¡La caída es inminente!
De pronto se me ocurre cerrar los ojos , para ver si puedo jugarle una treta al tiempo, pero no, el minutero solo ha avanzado tres pasos, por lo que me resigno a esperar y me digo: “todo tiene su momento, para qué sufrir antes de tiempo”.
La crueldad de la huida, me hace ser más fuerte en mis decisiones.
No hay porqué llorar, no vale la pena. Tampoco arrepentirme de lo vivido. El día siguiente vendrá con nuevas esperanzas. Me siento tranquila, serena. Mi alma se reconforta con la vida.
Recuerdo que prometí volar. Es ahora que tengo que volver a revisar mis alas y emprender el viaje que siempre he anhelado y es el de vivir a mi manera, por primera vez.

Carmen Pacheco
30 de junio del 2011

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